Para explicar los primeros principios, fundamentos de la ciencia (lo que San Agustín llamaba las verdades eternas) la iluminacion, varios filósofos admiten que el alma los posee desde su unión al cuerpo y que los conserva inconscientemente, en una especie de memoria, hasta el aviso o advertencia de la razón; de este modo, no las recibe ni de la experiencia ni de la enseñanza, los recuerda.
Tal es la Teoría de la Reminiscencia, que se presenta en la historia bajo tres formas principales.
La Iluminacion. La primera reconoce por autor a Platón (424-348 a J.C.), y le siguen sus discípulos neoplatónicos, particularmente Plotino (205-270 d. J.C.) y Porfirio (232-305). El alma, supuesta preexistente, adquirió las ciencias en su vida anterior; encerrada después en un cuerpo en castigo de alguna falta, olvidó todo por su unión a la materia; así el estudio de las ciencias en esta vida es, en sentido propio, un recuerdo.
La Iluminacion. San Agustín, versado en las obras de Plotino y Porfirio, conocía esta teoría desde el principio de su vida católica, aunque parece no haberla admitido nunca. Ella estaba contradicho por la Sagrada Escritura, en el Génesis 2, 7 dice así “Formó, pues, el Señor Dios al hombre del lodo de la tierra, y le inspiró en el rostro un soplo espíritu de vida, y quedó hecho el hombre viviente con su alma racional” contando la creación del alma del primer hombre, por San Pablo, “Enseñando que antes de nacer nadie ha hecho obras, ni buenas ni malas”. Rom.9-11 por otra parte, se sabe que en los días de su conversión él leía a San Pablo, con preferencia a los libros platónicos.
La Iluminación. La segunda forma es el Innatismo. Dios, al crear el alma en el momento de unirla al cuerpo, depositó en su inteligencia las ideas o primeros principios, de donde más tarde, a la edad del raciocinio, nosotros sacamos nuestras ciencias. Así piensan, entre los modernos Descartes (1596-1650) y Leibniz (1646-1716) Los antiguos, ignorando la creación, no soñaron con esta teoría San Agustín pudo admitirla, porque no se oponía ni a su fe ni a sus principios filosóficos; pero es seguro que lo haya hecho.
La Iluminación. A partir Del Maestro aparece una tercera, a la cual San Agustín desde ahora permanece fiel, El objeto del recuerdo, más bien que lo pasado, son las verdades eternas fuera de tiempo. Hay una memoria del presente, como lo explica en una carta a su amigo Nebridio, escrito al principio de 389, hacia el mismo tiempo que El Maestro.
La Iluminación. El alma en su esencia lleva como prefiguradas estas verdades eternas, y cuando las conoce, con la ayuda de Dios, se da cuenta de lo que ya sabía virtualmente, y, en este sentido, ella se recuerda. San Agustín conserva, por tanto, la palabra reminiscencia, vaciándola de su significación platónica para introducir una doctrina que le es propia, la de la Iluminación.
La Iluminación. La fuente de la verdad hemos de buscarla en el interior del hombre, en su espíritu. Y no al modo de las ideas innatas cartesianas que el hombre encuentra en sí mismo, sino yendo más allá del propio espíritu, remontándonos hasta Dios.
La Iluminación. Su Teoría del Conocimiento de San Agustín, la volvió Teoría de la Iluminación y es probable que se halle inspirado en el Evangelio de Juan, en el que se lee que el Verbo es “la luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo”. Las ideas eternas, inmutables e increadas, se encuentran en Dios, y él nos las comunica al conocer, de un modo natural y no milagroso o sobrenatural.
La Iluminación. Al mundo lo vemos y pensamos gracias a la luz de las ideas, ideas que no nos pertenecen, sino que pertenecen a Dios, quien nos las comunica iluminándonos para que podamos conocer. ¿Qué es la verdad? No tanto la adecuación de nuestro intelecto a la cosa, verdad lógica, sino más bien a las ideas, especies eternas o modelos en la mente de Dios, según las cuales todo fue hecho, verdad ontológica.
La Iluminación. La verdad, por tanto, se identifica con Dios. Él es la verdad de las cosas, que fueron hechas según sus ideas divinas. La misma reflexión sobre la verdad y el conocimiento le permitirá a Agustín formular una demostración de la existencia de Dios. El hombre conoce verdades eternas, inmutables y necesarias.
La Iluminación. Y estas verdades no pueden provenir de él mismo, que es mutable, temporal y perecedero. Por tanto, al conocer verdades ya conocemos a Dios (obviamente no en forma total, pero sí con certeza en su existencia), pues las ideas son de Dios, le pertenecen.
La Iluminación. Agustín recoge la afirmación de Éxodo 3,14: Cuando Moisés le pregunta a Dios cuál es su nombre, Dios responde: El que es: “Todo lo que en Dios hay no es otra cosa que ser”, Dice San Agustín.Comprende al ser en forma platónica, es decir ser idéntico a sí mismo, como inmutabilidad.
La Iluminación. Todo lo que es, es porque Dios le participa el ser. Así se entiende el acto creador de Dios. Dios crea de la nada, sin que preexista materia alguna a su acto creador. Dios, en cuanto ser inmutable, está fuera del tiempo. Comienza a haber tiempo con la Creación. Por eso no tiene sentido preguntar, como hacían muchos en aquella época para poner en aprietos a los partidarios de la Creación, ¿qué hacía Dios antes de la Creación?
La Iluminación. La misma pregunta carece de sentido, porque no hubo un «antes» (tiempo) de la Creación, no hubo tiempo antes del tiempo. Ahora bien, si Dios lo ha creado todo de la nada y, por lo tanto, todo ser proviene de Dios, ¿cómo se explica el mal? La reflexión sobre el problema del mal había llevado a Agustín, en su juventud, al maniqueísmo.
La Iluminación. Pero Agustín ha madurado y tiene ahora una respuesta para ello: el mal no es Ontológicamente hablando no hay mal, no hay nada malo. El ser, que proviene de Dios, es bueno. Lo que llamamos mal no es sino privación o ausencia de bien, pero en sí mismo no es nada, no tiene substancia.
La Iluminación. La antropología de Agustín muestra la tensión entre su convicción, como teólogo cristiano, de que el hombre es una unidad de cuerpo y alma, y su raíz platónica que lo lleva a concluir que el “hombre es un alma racional que tiene un cuerpo mortal y terreno para su uso No acepta del platonismo la preexistencia del alma, afirmación indispensable para quienes entienden el conocimiento como reminiscencia pero no para Agustín y su Teoría de la Iluminación.
La Iluminación. En cuanto a las relaciones entre razón y fe, Agustín sintetiza su pensamiento en un pasaje de su sermón 43: “Comprende para creer, cree para comprender” El asentimiento a las verdades de fe está precedido por la razón, que demuestra que es legítimo creer en ellas (aunque no demuestra su contenido de verdad). Pero también es seguido por la razón, que interviene, luego del acto de fe, para profundizar en el contenido de esas verdades, cosa que sin la fe la razón no podría hacer.
Lic. H.F. Alfonso Elpidio Sánchez López.
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